El Sueño Mayor
El
Sueño Mayor
Desde corta edad viví experiencias que en ese tiempo, no pude comprender. Estaba dormido y me jalaban los pies o la sábana. En ocasiones trataba de mantener la cobija sujetándola con todas mis fuerzas, pero resultaba en vano. Con el tiempo acepté que me la quitaran, y un rato después me levantaba a recogerla del piso. La única explicación que recibí fue que eran las ánimas reclamándome que les rezara antes de dormirme. Lo hacía y podía dormir tranquilo. Así llegué a creer en espantos y aparecidos.
En mi etapa de adolescente me gustaba
quedarme hasta tarde en las noches tertuliando con mis amigos lejos de casa, y
entonces el regreso por calles tenebrosas y solitarias era un tormento, habida cuenta que daba por cierto que a la medianoche todos los muertos tenían autorización para manifestarse en el plano de los vivos. Todas las
rutas a mi casa tenían sitios muy obscuros con abandonados edificios en ruinas,
o espacios abiertos sin luces y en total soledad, eran caminatas solitarias de
45 o 60 minutos a paso rápido y espeluznado, generalmente entre las 11.30 y
12.15 de la noche, como pesadilla que se repite una y otra vez. En una de
ellas, ya cerca de mi casa, era
inevitable pasar frente a la iluminada y solitaria exhibición de una tienda
funeraria. Mi vista se adentraba hasta donde estaban las urnas abiertas,
escudriñando cada rincón en estado alerta para pegar la carrera si de una de
ellas veía levantarse a Drácula o a alguno de esos espantos. En otra de las
rutas largas recuerdo haber caminado unos 600 metros en espacio abierto con la
claridad propia de una noche sin luna cuando al pasar debajo, identifiqué un
árbol de mango donde semanas atrás vi
colgando a un sujeto que horas antes había pasado frente a mí con el mecate
bajo el brazo. No pude evitar el escalofrío y mirar hacia la rama donde aquel
infeliz se quitó la vida. Cierto es que nunca me encontré con La
Llorona, ni con El Silbón, ni con ninguno de los espantos locales, pero la
adrenalina la traía en el nivel alto, que si surgía de las sombras alguna sorpresa, podía acontecer cualquier cosa. Sí, hasta eso que estás pensando. Tal vez la frecuencia con que repetía esas
experiencias semana tras semana estaba avisando que yo era adrenalina adicto.
Cuando
estaba comenzando mi vivencia universitaria varias veces fui despertado al
sentir una bofetada. Siendo que no compartía habitación con ningún otro
estudiante, ya sabía de qué se trataba y me levantaba a cumplir con mis rezos. Sin
embargo, una noche se pasaron. Estaba dormido de lado y me desperté al sentir
el fuerte impacto de una abusiva nalgada. Enfurecido me levanté y di
almohadazos en el aire por todo el pequeño cuarto al tiempo que profería todo
tipo de insultos y mandándolos a la mismísima mierda. Nunca más dediqué un rezo
a nadie y nunca más me jalaron un pié o me abofetearon. Rompí el chantaje.
En
esa época universitaria, en complicidad con otro, disfruté crear mis propios
espantos para asustar a los estudiantes y profesores que compartían la misma
residencia, y a otros incautos.
Más adelante, en mi vida de adulto, supongo que por las presiones de la vida, se hicieron presentes
pesadillas repetidas y vivencias extremas, como sentir que de pronto me hundía tres o cuatro metros bajo tierra, o percatarme que mi almohada
estaba haciendo presión sobre mi rostro o sobre mi nuca y no podía quitármela
porque la fuerza era superior. Desarrollé la estrategia de hacerme el
desentendido, para minutos después poder retirar la almohada sin mayor
dificultad o regresar al nivel de mi cama después de dormir un rato en las profundidades.
Años después, en sueños angustiantes, de alguna manera quizás intuitiva, pude darme cuenta que estaba sufriendo una pesadilla y que si lograba abrir los ojos escapaba a la difícil situación. Esto me resolvió el problema varias veces. En otras ocasiones no intuí nada y me tocó enfrentar la circunstancia sufriendo alguna situación extrema. También a veces, ya acorralado, reconocí que era una pesadilla y que yo podía con tan solo desearlo, trastocar la circunstancia a mi favor. Esas fueron muy divertidas, pues haciendo uso de mi poder, algunas veces me convertí en un descomunal tigre o en un súper guerrero extraordinariamente armado poniendo en fuga a mis atacantes. Pero lo mejor vino cuando me percaté que también la vida es la más grande mentira que hubiera imaginado sufrir. En principio es igual que cualquier pesadilla, pero con mejores bases de sustentación y sucesos más largos. Tiene su origen en conceptos que hemos aceptado como sólidas verdades y que están albergados en nuestra mente. Y esos hdp conceptos nos hacen la vida de cuadritos una y otra vez, haciendo que pasemos por la misma vaina una vez, y otra vez, y otra vez. Sin que nunca sospechemos que todos esos peos que vivimos los hemos fabricado nosotros mismos y que absolutamente nada de lo que vivimos es real. Así como lo que sufrimos en una pesadilla es simplemente una percepción interna de nuestra mente, así también lo que vivimos en el plano "físico", todo, es simplemente una percepción de nuestra mente en un escenario más grande. Por eso lo llamo el Sueño Mayor. Y así como podemos trastocar lo que sucede en nuestra pesadilla cuando dormimos, también podemos trastocar los hechos en el Sueño Mayor, pues tanto uno como otro no son verdaderos, son simples percepciones de nuestra mente. Al descubrir la falsedad del concepto que sustenta el hecho, se rompe el encantamiento que nos oprime. De la pesadilla podemos salir simplemente despertando. Del Sueño Mayor también. Pero la gracia está en reconocer en ambos su falsedad y saber tomar el control para disfrutar la experiencia, hasta que al “despertar” salgamos de este plano, salgamos del Sueño Mayor.
Seu
San
Diego, martes 12 de septiembre de 2023.
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