La pequeña Sympeine
La conocí en el bosque. Iba yo tras una sin igual mariposa Monarca azul que paseaba entre los árboles. La singular criatura parecía adivinar que yo solamente quería mirarla de cerca y que no llevaba conmigo una cámara para fotografiarla. Se posaba en alguna planta y lentamente sus alas cambiaban de posición reflejando diferentes tonalidades de azul mientras yo sigilosamente caminaba hacia ella. Pero tan pronto me detenía para admirarla, ella batía sus alas y flotaba, daba vueltas a mi alrededor como invitándome a seguirla y luego se iba, cambiando de rumbo constantemente, y si yo me detenía, me esperaba dando vueltas en círculos pequeños. Así, de pronto estábamos en el camino que hay dentro del bosque y ella tomó rumbo hacia la derecha seguida por mí. En un recodo del camino me detuve porque vi a la pequeña Sympeine. Inmediatamente supe que se llamaba así. Parecía tener 4 ó 5 años y era evidente que no le entusiasmaba que sus cabellos fueran tocados por cepillos o cosas parecidas. No llevaba ningún adorno en su cabeza, pero tampoco lo necesitaba. Su despeinada cabellera rubia con algunos destellos rojizos era espectacularmente bella, preciosa. Me detuve, pasmado, sin dejar de mirarla mientras ella avanzaba dando saltitos por el sendero. Sus labios eran las cerezas más rojitas que jamás había visto y dejaban adivinar diminutos dientecitos blancos. Me miró. Me perdí en el verde de sus ojos mientras ella pasaba sin dejar de mirarme, y sonrió. Movió su manita como saludando y siguió, batiendo sus cabellos mientras yo la seguía con la vista. Delante de ella, a lo lejos, distinguí a la Monarca que también batía sus alas como despidiéndose. Tal vez andan juntas pensé, sintiendo que era un momento impregnado de magia. En ese momento, una pareja joven pasó delante de mí y adiviné que eran sus padres.
FIN.
Seu
San Diego, lunes 22 de abril de 2024.
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