LA PRINCESA Y EL SAPO
La Princesa y El Sapo, según
recuerdo, es un viejo cuento que narra la experiencia que vivió una princesa,
que un día en tiempos de lluvias, mientras paseaba fuera de su palacio, fue
sorprendida por un sapo que le habló desde un inmenso charco.
A mi manera de ver, el cuento
también podría llamarse El Sapo y La Princesa, pero por razones de cortesía
mantengamos aquello de que ``Las damas primero``.
El caso es que el susto que se
llevó la pobre princesa fue mayúsculo, una vez que se percató que la voz grave
que había escuchado provenía de un horrendo sapo. Su primera reacción fue pegar
la carrera, y picó caucho durísimo, con desespero, pero con esas sandalias tan
finas lo que consiguió fue patinar en el barro y terminó aterrizando de pecho
en el charco. Sus delicados párpados se cerraron justo a tiempo para proteger
sus hermosos ojos azules. Su precioso cabello con tonos dorados no tuvo la
misma suerte y al igual que sus rosadas mejillas hizo contactó con el barro. Los
acelerados latidos de su joven corazón apenas le permitían oír la voz varonil
que repetía: No te vayas a asustar, sólo quiero hablar contigo. El sapo, que a
todas estas esperaba esta reacción, había tomado la precaución de hablarle
después que la joven princesa encaminaba sus pasos delante de él, de manera que
habiendo quedado entre la princesa y el palacio, tenía otra oportunidad de
hablarle cuando ella intentara regresar. Por eso no cesaba de repetir: No te
vayas a asustar, sólo quiero hablarte, sólo quiero hablarte.
La princesa, entre asustada y
curiosa, se levantaba lentamente cuando el sapo estalló en carcajadas señalando
hacia su rostro. Presa de humillación, ella contuvo sus lágrimas que ya venían
en torrente y en un gesto defensivo se quitó las sandalias y las arrojó con
fuerza hacia el burlón animal acertándole una en la mera frente. Aturdido por
el chancletazo el pobre bicho perdió el control de la situación y Angie, que
así se llamaba la princesa, aprovechó la ocasión para pegar la carrera de
nuevo, chapoteando por el centro del charco. Esto agarró desprevenido al bufo
quien por poco perece espaturrado bajo los angelicales pies.
Viendo que la princesa estaba ya fuera de su alcance se tiró de espaldas en el charco levantando las patas y gritando a todo pulmón, aayyy me matóo, me matóo, aayyy, aaayyyyy, aaayyyy.
Sintiéndose fuera de peligro, la princesa se detuvo, y cautelosamente se devolvió a recoger sus sandalias. En realidad el batracio se veía mal, el chancletazo de la princesa casi le hace estallar el ojo izquierdo y, por si fuera poco, los cinco dedos de la pata del mismo lado fueron pisoteados por el 40 y algo de la princesa en su fuga. Aaayy, aayyy, se quejaba el verrugoso animal.
La princesa, princesa al fin,
dulce y tierna al fin, se acercó con recelo, y agachándose sin quitarle la vista de encima, le preguntó:
¿En verdad estás muriendo? Te lo tienes bien merecido por asustarme
terriblemente, ¡y más por burlarte de mí!
Fue sin querer Angie, fue sin
querer….dijo lastimeramente el sapo.
Sorprendida de escucharlo
pronunciar su nombre, Angie, que así se llamaba la princesa,…. Ah…, eso ya lo
dije antes….., sorprendida pues,.. lo interrogó.
¿Cómo sabes mi nombre?
Angie, como no lo voy a saber, te
conozco desde niña, dijo el sapo con voz de dolor. Por eso después de cada
aguacero te he esperado en este charco, arriesgándome a ser atropellado por
algún carruaje. Sabía que vendrías a recoger flores silvestres. Sé que te
gustan, especialmente las azules de cinco pétalos.
No sé cómo sabes eso ni como
aprendiste a hablar, pero no puedes conocerme desde niña, pues los sapos no
viven tanto y yo ya tengo 16.
Es que yo no soy un sapo,
contestó el sapo.
Sí claro, dijo ella con ironía y
sarcasmo, volteando los ojos. Te lo juro, dijo
el sapo.
No me vas a convencer, dijo ella
con tono seguro y comenzando a levantarse. Tienes forma de sapo, verrugas de
sapo, ojos de sapo, vives en un charco. Tienes que ser un sapo…..y, (antes que él contestara), no creas que
hablas muy bonito.
Lo sé. Sé que eso parezco, dijo
el pobre sapo, con voz más natural, pero soy un príncipe encantado por los
maleficios de un ambicioso que pretende impedir que herede el trono de mi
padre. Cuando pequeño solía venir a jugar contigo y por eso conozco tu gusto
por las flores. Falta poco para que cumpla 18 años y si no soy liberado del
maleficio por el beso de una princesa, muy especial y elegida, antes de que
llegue mi aniversario, quedaré condenado a vivir como bufo para siempre.
Zas, dijo ella haciendo un gesto
de finish con las manos, y.... ¿cuándo
es tu cumpleaños?
El 14 de Febrero, pronunció el
sapo tratando de incorporarse.
Buen intento, dijo Angie. Sentido
pésame….
Nnooo, gritó él, sentándose sobre
la pata buena, ¡Dame una oportunidad!
La princesa ya se alejaba, pero
la voz del sapo despertó la duda en su corazón y se devolvió. Está bien, dijo.
¿Cuál es mi segundo nombre?
¡Su! ¡Te llamas Su! ¡Lo recuerdo
perfectamente, es mi favorito!
Y de súbito,
¡Rápido, sal del camino, que
vienen jinetes! ¡Sal, sal!
La princesa corrió velozmente
hacia la orilla del camino sin saber por qué, y se escondió detrás de unos
arbustos. Horrorizada vio que la pequeña bestia aún estaba en el charco
expuesta a los cascos de los caballos que violentamente ya golpeaban el agua.
Ahogando un grito, bajó sus párpados para no ver aquella escena, y esperó que
se apagara el ruido para abrirlos lentamente. Las ondas producidas por el paso
de los caballos ya se estaban aquietando, en el agua revuelta no se veía más
que el reflejo de las copas de los árboles y todo era silencio. El pobre sapito debe haber quedado hecho
papilla, exclamó tristemente, mientras un chorro de lágrimas se deslizaba por
sus mejillas lavando las costras del barro que ya se habían secado en su rostro.
En verdad me conocía, continúo con voz quebrada por el llanto, ya le estaba
agarrando cariño. Señor, ¿Por qué lo
permitiste?
Un azulejo entonó su trino y Angie
cayó de rodillas gimiendo, con los ojos nublados por una cascada de lágrimas.
Con voz entrecortada por el llanto apenas pudo balbucir: Ni siquiera, me dijo,
su nombre,… ¡José!, oyó claramente. Me llamo José del Frío. La princesa casi se desmaya. El animalito
descansaba en una rama a la altura de su real cabeza.
¿Me vas a dar el beso? Preguntó
el sapo.
Y dale con el beso, dijo ella,
incorporándose. ¿En verdad crees que ando por el reino besando a todos los
sapos parlanchines?
No, sé que no. Por eso fuiste
elegida. Saben que por tu pureza de alma me lo negarías, especialmente siendo
yo tan horrendo. Pero me ocultaron de ti. Se aseguraron de llevarme lejos para
que no tuviera suficiente tiempo para explicarte, pues no pueden matarme. Por
eso sobreviví a los caballos y a muchas otras desgracias. Mi único recurso es
mi capacidad para contarte mi historia y lo que conozco de tu vida. Si no me
liberas lo entenderé. Después del aniversario seré vulnerable y moriré
amándote. En unos días ya no te acordarás de mí. Pero no te guardaré rencor. Sé
que no es atractivo besar a un sapo.
Resignado, el animalito
entrecerró los ojos y se dispuso a aceptar lo que La Divina Providencia hubiera
destinado para él. Y de pronto.....
¿Qué me hace tan especial?,
preguntó Angie Su.
Tu pureza de alma, tu ternura, tu
inocencia, tu capacidad de amar, eres el amor, el bien, tienes el potencial
para transformarme tan solo con un beso, si logras ver más allá de mi
apariencia. Tu beso me resucitará a la vida y despertará todas mis virtudes.
Renacerá la confianza en mí y seré un hombre justo. Entonces me casaré contigo
y no me apartaré de ti. Viviré para amarte, consentirte y mimarte. Cantaremos
juntos, serás mi inspiración y mi musa.
¡Bestiaaaaa………! Hablas como si
estuvieras muy seguro de lo que dices, comentó ella.
Estoy predestinado para ti y tú
para mí alegó él. ¿Recuerdas que siendo del Frío coincidíamos en todo? De eso
no hace mucho tiempo.
Entonces debes recordar de dónde
vengo y cuál es mi mayor amor, retó ella.
Por supuesto, dijo el sapo, que ya estaba
recobrándose de la vivencia anterior y se le habían desaparecido las verrugas.
Su piel tenía apariencia humana y sus ojos tomaban el color de la miel. Vienes
del mar, por eso eres mi sirena. Tu mayor amor viene de ti misma y pronto sería
el mío también. Entonces....
Casi como flotando, la sirena acercó
sus labios a los del bufo y los rozó suavemente. Su corazón se aceleró y
cerrando los ojos, depositó un suave y tierno beso en aquellos labios del sapo.
La escena de aquel paraje titiló, como se mueven las imágenes reflejadas en un
pozo de agua serena al ser acariciada por la brisa. Las plantas reverdecieron y
mostraron frutos. El suelo se tapizó de florecitas de 5 pétalos azules y las
aves entonaron dulces cantos. El sapo, y el arbusto donde reposaba éste, se transformaron en un apuesto y enamorado príncipe,
su príncipe.
Gracias vida mía por creer en mí,
dijo el príncipe y comenzó a cantar. Quiero, grabar en mi memoria, con mi boca
tus labios, muchacha de abril……….
De agosto,….rezongó ella.
FIN
Seu.
San Diego,
sábado 09 de febrero de 2019.
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