La Pelicula
Comienza en el justo momento en que me doy
cuenta que soy un niño de 5 años, parte de una familia pobre que vive en una
casa pobre, en un barrio pobre. Con mis manitas escurro las lágrimas mientras
tomo conciencia que siempre he estado ahí. En ese momento, como en tropel
entran en mi mente algunos recuerdos, y percibo que he estado en un sube y baja
de vivencias. Manoteo el aire queriendo atrapar imágenes agradables que me
hacen sonreír y valorar que no todo ha sido llanto. Quiero atesorar los recuerdos,
presintiendo que van a disiparse. Revivo la dulce sensación de ser amamantado
por mi madre, y me siento atendido, amado. De pronto llegan otras imágenes que
no son agradables y entiendo sutilmente por qué se escapan los recuerdos.
Los
días fueron pasando y mi toma de conciencia se quedó en mis 5 años. Ya sabía que
la vida traería risas y tristezas, de manera que no me sorprendía la frecuencia
de las contrariedades, entendí que eso era parte de la vida y que debía estar
atento para minimizar los efectos. Supe que mi conducta traería consecuencias y
cuidaba, en la medida que me lo permitían las tentaciones, de no atraerme
castigos extras.
Comencé
a interesarme en las estrellas y el Universo, tuve curiosidad por conocer cómo
funciona cada cosa y adiviné que había leyes permanentes que determinan los
hechos y resultados. La vida
me parecía un enigma harto difícil de descifrar, particularmente desde los 7
años, cuando tuve contacto con la religión. Pronto viví la incómoda sensación
de que los relatos eran muy bonitos, pero no encajaban con las agresiones por
demás violentas de los sacerdotes que daban la misa. Afortunadamente en mi adolescencia,
después de varios atajaperros con los mal llamados demonios con sotana, con el
perdón de los inexistentes demonios, pude apartarme de tan nefasta influencia.
Sin embargo, justo es decir, que mantuve amistad con dos de ellos que estaban
muy lejos de ser hipócritas y falsos, al contrario, los admiraba por su
rectitud.
Fui
creciendo como cualquier otro hijo de vecino, y lo que en aquellos momentos me
pareció preocupante, pasó al nivel de nimiedades cuando ya no estuve bajo la
tutela de mi padre. El me dejó hacer, como siempre permitiendo que me probara a
mí mismo, vigilando desde la distancia, aceptando que me tocaba navegar solo,
viendo cómo estrellaba mi canoa y cómo la reparaba sin pedir ayuda, pero
pendiente para tender su mano y sacarme del barro cuando lo tenía hasta el
cuello, haciendo ver que casualmente iba pasando por ahí con una soga. Tremendo
tipo.
Agradezco
las adversidades, pues ellas me obligaron a detener el paso y preguntarme si
acaso había alguna manera o clave para cambiar el curso de mi vida. Durante
años mi norte fue conseguir esa respuesta. Sucedió tantas veces que conseguí
una pista prometedora, y resultó ser cuando mucho una pequeña pieza del
rompecabezas, pero no la clave que me permitiera entender qué es la vida.
Hoy,
casi 7 décadas después de aquella toma de conciencia, estoy viviendo otra. Veo
la vida como una película vista desde adentro, vista desde el personaje
principal que soy yo mismo, donde se cuenta mi historia y las vivencias de los personajes secundarios, de los extras
y otros. Aún no consigo piezas del rompecabezas, pero con las que he juntado
durante el transcurso de mi vida, ya la imagen apunta cuál es el tema. Ahora
conozco bastante al personaje que represento, y aunque no adivino y menos puedo
garantizar lo que va a acontecer en el resto de la obra, sí alcancé la ganancia
de no angustiarme por lo que viene, pues entendí que además de que no puedo
cambiarla, toda la trama tiene el buen propósito de consolidarme para el
siguiente film.
Y,
al fin y al cabo, es sencillamente una película.
Seu
San
Diego, domingo 19 de mayo de 2024.
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