El Papagayo
I
Aquellas
manos curtidas de años, sujetaron la cuerda del colorido papagayo que rugía cabeceando en el viento,
mientras el nieto, siguiendo las instrucciones del viejo, tejía nudos marineros
sobre una estaca sembrada en la tierra.
¿Resistirá
abuelo?, preguntó el niño, al tiempo que templaba el último lazo.
Sin
soltar la cuerda, el anciano marinero se agachó y tanteó la firmeza de los
lazos, luego hizo un gesto de aprobación con la boca y asintió con la cabeza.
Buen trabajo, expresó. Sin prisas, tramo a tramo, dejó que la fuerza del viento
tensara la cuerda en sus manos, y finalmente la pulsó con el índice. ¡Listo!
Con las velas hinchadas ya podemos dejar que el viento trabaje para nosotros,
dijo.
Satisfechos
de su tarea, ambos se recostaron a la sombra de un Sangregado para disfrutar
los cabeceos del papagayo y escuchar los rugidos que hacían los roncadores al
recibir los embates del viento. Pasado un rato, la sabana, reseca por el
verano, dejaba escuchar también los ríos de brisa tropezando las hojas y los
insistentes cantos lejanos de algún Cristofué enamorado. Una formación de loros
se dejó ver bastante más allá del cometa y momentos después se oyeron sus
graznidos. El viejo y el niño respiraban en silencio, disfrutando el ebullir de
la vida silvestre, con la vista en las nubes que se movían a lo lejos, muy detrás
del papagayo. Un gavilán curioso voló en círculos por encima del cometa y luego
siguió su rumbo.
Y entonces….
Abuelo….,
¿Yo voy a ser como tú?
El
viejo sonrió. No lo sé, hijo. Veremos qué te trae la vida….
Una
bandada de garcitas blancas y garcitas rojas aterrizó cerca de ellos y
comenzaron a picotear la sabana.
Abuelo….
Dime….
¿Qué
es la vida?
El
viejo volteó a ver el onceañero y pecoso rostro de su nieto. Las mejillas del
jovencito estaban enrojecidas por la brisa caliente de la sabana, y sus ojos rayados, color caramelo, veían más
allá del papagayo.
Carajo,
dijo el anciano marinero. Extendió su brazo y acarició el copete rojizo del
muchacho. Me hice esa pregunta muchísimas veces, y hasta hoy, pensaba que a
nadie le interesaba saber eso. Bueno, aparte de Lali….
Mi
mamá dice que soy tu fotocopia. También dijo que aprovechara las vacaciones
contigo y te preguntara todo lo que quiero saber.
Ahora
el sonriente pelirrojo fijaba sus pupilas en el abuelo, y este, enternecido, lo
atrajo hacia él y lo abrazó. Tu mamá, carajito, tu mamá es una vaina, dijo, y
sabe conseguir resultados, siempre me sorprende.
El
viejo se acomodó, entornó los ojos inundados
de ayer y dijo: a ver.... a ver…. por
dónde empezamos…. Esto va a ser largo….
Cuéntame
desde el principio, abuelo, dijo el muchacho, sin dejar de mirar al anciano.
II
Creo
que el Universo viene y va. Eso creo. Todo lo que existe hace eso….
¿De
dónde viene y adónde va, abuelo….?
Viene
de la nada, y luego regresa a la nada.
El
niño ve fijamente al abuelo. Sí, era un viejo joven como decía su madre. El
rostro sereno de quien ya no se angustia. Su escaso y blanco cabello corto,
vestigio de una frondosa cabellera, le daba aires de dignidad. Su figura fuerte
cargada de vitalidad y su mirada limpia respaldaban esa calificación de viejo
joven. Lo imagina en un velero, vestido de grumete y templando cuerdas.
Actualmente vivía con sobriedad, pero sin carencias. No faltaba quien dijera que
su mujer lo había rejuvenecido y que con ella había alcanzado la claridad de
pensamiento.
Abuelo,
cuando dices que el Universo viene de la nada, ¿A qué te refieres? O sea, ¿Qué
es la nada?
Mi
nieto querido, qué cosa tan curiosa. Una vez hice esa misma pregunta a mi
bisabuelo y su respuesta fue: La nada es un chorizo vacío y sin forro.
Un
ataque de risa incontenible se desencadenó en el niño y contagió al abuelo, de
manera tal, que con quejidos, paraban de reír para poder tomar aire y tan
pronto se veían las caras explotaban de nuevo en risas y lágrimas. Así las
cosas, mientras el abuelo intentaba serenar al nieto para romper el hechizo del
momento, un perico cara sucia se posó en la tensa cuerda del papagayo y comenzó
a morderla con su pico. ¡ Nooo!, … gritó el abuelo demasiado tarde. La cuerda
se rompió entre el perico y la estaca arrastrando y zarandeando a la pequeña
ave que se mantuvo algunos instantes aferrado al extremo para después alzar el vuelo. Emilio José instintivamente
corría tras la cuerda sin poder alcanzarla y se detuvo cuando oyó la voz del
viejo gritando: ¡No lo pierdas de vista!
El
hermoso cometa, como herido de muerte, se precipitó a tierra seguido por la
mirada del niño.
Lo
vi, abuelo, lo vi, ¡Sé dónde cayó!
Con
el morral en la mano llegó el abuelo y se encaminaron en dirección adonde había descendido el
multicolor papagayo. Después de mucho caminar lo divisaron entre las ramas de
un frondoso Eucalipto.
De
vuelta en la mini finca, ya hidratados, comenzaron la reparación del vistoso cometa.
Su robusta estructura y mayor tamaño, al darle más peso, determinó que su
descenso fuera relativamente vertical y el viento no se lo llevara tan lejos,
pero necesario era reemplazar parte del papel y restaurar la cola, por lo
demás, resultó ileso. Entusiasmados, pusieron manos a la obra.
Abuelo,
mientras lo reparamos háblame más de la nada.
Bien,
dijo el viejo joven, levantó la vista y se quedó un momento viendo con
satisfacción la alta figura de su mujer que varios metros más allá estaba
entretenida en una tarea. Al mirar a su nieto se encontró con una sonrisa
cómplice. Te agrada, ¿cierto?
Sí,
es muy dulce.
Escucha
esto Emilito, pero no lo comentes con cualquiera, porque pueden mirarte como
bicho raro. Escondida en la nada hay una energía muy especial, una fuerza tan
comprimida que se hace invisible y traspasa la nada. Así permanece ella durante
algún tiempo mientras se está dando un proceso. Una vez que termina esa fase,
ella regresa a este lado de la nada. Y de pronto, estalla en millones de micro
partículas inteligentes iluminando el espacio. Y así comienza la gran fiesta de
la vida.
¿Cómo
los fuegos artificiales?
Tal
cual, pero trillones de veces más grande. Enseguida, cada micro partícula
cumple el propósito de juntarse con otras para formar partículas más complejas,
y así, juntándose inteligentemente cada vez en grupos más grandes y eficientes,
vienen a formar las estrellas y los planetas. Es un proceso largo que dura
millones de años. Así se formó La Tierra. Una vez que las combinaciones de elementos
en nuestro planeta cumplieron su propósito, se desarrolló un ambiente favorable
para que aparecieran los seres vivos en sus diferentes formas. Evolucionando cada
vez en seres más avanzados llegamos a ser como somos hoy en día. De manera que
somos uno con un ser gigantesco y vivimos sobre él.
Emilio
José permanecía callado, viajando en las palabras del abuelo, viendo en su
mente toda la película de cómo se formó el Universo.
Abuelo.….
¿Y qué viene después?
Pues……
cuando el Universo haya culminado su propósito, comenzará el proceso a la
inversa, volverá a su forma de energía original, se comprimirá hasta hacerse
invisible y pasará al otro lado de la nada. Todo lo que existe hace un
movimiento de ida y luego otro de vuelta.
Y
del otro lado de la nada, ¿qué hay abuelo?
Ahorita
nada. Cuando la energía original pase para aquel lado, entonces allá estará el
Universo y aquí la nada. Por momentos, el abuelo detenía las manos para darle
una mirada al pecoso, que sujetaba la estructura del artificio.
¿Y
nosotros?
No
lo sé. Tal vez estaremos en el Universo de aquel lado.
Percibiendo
la seriedad del niño, el abuelo sutilmente acarició los crespos pelirrojos de
su nieto y tocó su frente buscando algún indicio de fiebre. Nada, todo normal.
Es más fuerte de lo que creí, pensó, y siguió reparando.
Abuelo,
entonces…. ¿Dónde está Dios?
¿Dios?
Pues…., Dios es esa energía original que se transforma en el Universo. Es lo
que nos da la vida. Está presente en forma de roca, en forma de árbol, en forma
de animal, en forma de flor, de agua, de viento, de tierra, de semilla, y de
todo lo que ves y lo que no ves. Su propósito y satisfacción es expresarse,
manifestarse, mostrarse como toda variedad de vida. Y toda vida, igual que el
Universo, viene de la nada y regresa a la nada.
El
repetido tintineo de una cuchara rebotando contra un caldero los hizo buscar
con la mirada y entendieron que los invitaban a degustar algo sabroso que había
en el fogón. Cachapas con queso. Al acercarse ambos a la mesa del patio la
mujer abrazó al niño cariñosamente mientras que con la mirada interrogaba al
abuelo. Luego los mandó a lavarse las manos en la batea. Mientras Emilio José
se adelantaba, el abuelo dio un beso a su mujer y le susurró: solo contesto sus
preguntas mi vida, no temas. Él es más evolucionado que nosotros. Y quiere
saber….
Por respuesta, la mujer, con su rostro limpio
y sereno, lo miró a los ojos y le devolvió un beso suavecito. Amaba a ese
sujeto. Al principio le pareció algo chifladezco, pero con el tiempo y las
conversaciones derivaron en camaradas, luego en cómplices. Y un día cayó en
cuenta que ya le había ganado el corazón. Debatió con ella misma tratando de
hacerse entrar en razón de la inconveniencia de eso que estaba gestándose en el
centro de su pecho, pero no logró zafarse. Construyó limpios argumentos de peso
para desvanecer castillos en el aire y se disponía a pasar la página, pero
luego se sorprendía buscando su conversación y coincidiendo con su manera de
ver la vida. Y así, de poquito en poquito, fue descubriendo un amor que nunca
había imaginado, se le inundó el corazón de motivos, y comenzaron a escapársele
manifestaciones de cariño que no podía ni quería controlar, más bien reconoció
que hasta celos sentía. Entonces decidió jugársela a sabiendas de lo que podía
suceder. Cuando abrió su corazón comenzó a mirar la vida como un regalo que
había que destapar cada día y usar el cupón que encontraba adentro.
III
Terminada
la reparación del llamativo papalote se activaron en alargar y fortalecer más
la cuerda. Con esa intención, después de empatarle un pedazo que casi doblaba
su longitud, la extendieron y templaron para endurecerla untándola con cera de
panal de abejas. Abuelo y nieto, cada uno con un pedazo en la mano, caminaban
despacio de extremo a extremo de la cuerda haciendo su labor, intercambiando
sonrisas y pensamientos cuando se cruzaban en el ir y venir bajo la mirada
atenta de Eulalia.
Abuelo….
¿Por qué la alargamos?
Para
que caiga más lejos, bromeó el hombre.
Después
de recoger la cuerda y poner orden en el espacio donde trabajaron, se
encaminaron todos hacia el conuco. Trajeron mangos y semillas de merey.
Esa
noche, mientras el nieto dormía, Eulalia y su marido disfrutaban de algo que
les fascinaba: mirar las estrellas. Recostados
en una hamaca grande a la intemperie, solían conversar y ver el cielo hasta que
les daba sueño. Solo en temporada de lluvias la colgaban bajo techo para,
calladitos, ver como las gotas se rompían al caer en el piso del patio.
Lali, mi amor, dijo el abuelo, sin quitar la
vista del cielo. Gracias por ser tolerante conmigo. Me doy cuenta que por
atenderlo a él estoy dedicando menos tiempo para ti, para nosotros.
Descuida,
respondió Eulalia en tono bajito. Disfruto ver tu felicidad mientras compartes
con él, además, te viene bien un discípulo nuevo.
Mi
vida, ¿Sabes qué me preguntó?
No.
Que
si tú me habías enseñado todo lo que sé.
Eulalia
esbozó una sonrisa de orgullo.
¿Y
qué le respondiste?
Que
eres mi inspiración, que llenas mi existencia, y que me has ayudado a encontrar
respuestas sobre la vida. Que gracias a ti pude esclarecer el conocimiento
sobre lo que es el Ego, y sobre lo que es la Conciencia.
O
sea, que han estado hablando de mí.
Sí.
Guao,
¿Ya van por ahí?
Sí.
Mañana abordaremos ese tema.
Me
refiero a sus conversaciones sobre mí.
Ja,
ja, ja, ja, sí, también.
Oye,
te propongo algo. Mañana me levanto tempranito y adelanto tus tareas. Así,
después que desayunemos, me ayudas a explicarle ese tema. ¿Sí?
¿Lali?
¿Lali, te dormiste?.....
Mi
Rey, disculpa, dijo Lali, espabilando. Vamos a la cama y mañana me cuentas…. ¿Sí?
Sí
mamita, vamos.
IV
¡Avena!,
¡Avena con burbujitas! Dijo Emilio con alegría, y el abuelo se echó a reír. En
verdad que eres mi fotocopia en algunas cosas, como dice tu madre. Cuando era
un niño me divertía atrapando las burbujitas con la cuchara para luego
ingerirlas.
¿De
verdad abuelo? Eso es lo que yo hago, por eso me gusta batirla.
No
se me llenen de aire, atajó Eulalia desde la cocina, que les tengo una tarea
después del desayuno…
Qué
será, preguntó el abuelo, mirando al pecoso con complicidad, para después
esparcir queso rallado sobre su plato de avena.
Estamos
rodeados de hojas secas, así que toca una buena rastrillada al patio y
alrededor de la casa; luego pueden hacer lo que quieran.
Abuelo
y nieto se entendieron con la mirada. El pecoso asomaba una media sonrisa que
no terminaba de mostrar y un brillo travieso en los ojos que no pasó
desapercibido para Eulalia, a quién no se le escapaba nada.
¡Ajo!, ¡Son tal para cual! Sé lo que están pensando…
Abuela,
dijo Emilio José, y Eulalia abrió los ojos. Es que eso precisamente fue lo que
planeamos ayer. Ya verás que vamos a dejarlo bello.
El
abuelo con la vista siguió a Eulalia, que emocionada no quiso que vieran sus
ojos humedecidos.
Rastrillo
en mano, la cuadrilla atacó las abundantes hojas y pusieron orden en la
parcela. Además de eso bañaron el burro, recogieron los huevos y los
empaquetaron para que Eulalia los entregara a la comercializadora, hidrataron
todas las matas y colectaron flores para adornar la casa, detalle que hacía
feliz a la administradora. Finalmente, después de dejar listo el almuerzo, se
bañaron y acicalaron para esperar a Lali con la mesa a punto. Ella, radiante de
felicidad, no se hizo esperar.
Al
final del almuerzo la sorpresa fue un dulce de arroz con leche salpicado de
canela que sirvió Lali. Conversaron de postres y recetas hasta que el abuelo
refirió a su mujer que el pelirrojo quería conocer a fondo la leyenda sobre los
dos lobos que habitan en el ser humano.
Recogida
la mesa, y con el aroma de café despertando los sentidos, Emilio José descansó
su cara en las manos y los codos en la mesa para no perderse ningún detalle.
La
leyenda dice que en todas las personas habitan un lobo bueno y un lobo malo en
permanente batalla, y que se impone el lobo que es alimentado.
Entiendo
que los lobos representan a lo que hoy en día llamamos El Ego y La Conciencia.
Abuela….,
¿Vienen siendo como espíritus malos que se meten en las personas?
Nada
de eso, despejó Eulalia con seguridad. El Ego y La Conciencia son consecuencias
del desarrollo del ser.
El
viejo joven seguía atento a la expositora como si fuera la primera vez que
escuchaba sobre el tema.
El
primero en formarse es el Ego. Cuando el espermatozoide fertiliza el óvulo,
cada uno aporta, además de la herencia genética, una información y afectación
de lo que ha vivido el sujeto de donde se origina cada uno. De manera que ambos
elementos pueden traer también alguna carga afectiva como optimismo, pesimismo,
alegría, tristeza, y etcétera.
Una
vez fusionados óvulo y espermatozoide en un nuevo ser, todos los estímulos
internos y externos que afecten a la madre, dejarán su huella también en la
criatura en gestación. Más adelante, al dejar el cuerpo de la madre, los
estímulos internos y externos, sumados a todos los anteriores, serán
determinantes de las reacciones del sujeto. Así, cada vivencia que se agrega al
conjunto vendrá a formar parte de la fórmula del Ego, que no es otra cosa que
la capacidad reactiva del sujeto para procurarse supervivencia. De manera que
podemos decir que la respuesta de una persona joven a una vivencia, a una
circunstancia, a un problema, está
determinada por la combinación de elementos que integran su Ego.
El
Ego no piensa, no razona. Es un mecanismo de defensa para protegernos de todo
lo que, para él, huele a peligro. Está conformado por el cuerpo como estructura
física, por todo lo que hemos vivido e identificado como peligro para nuestra
supervivencia, y alberga las instrucciones físicas y químicas de perpetuar la
especie. Todo aquello que podemos identificar como instinto animal radica en el
Ego. En él están afincados todos los programas que regulan todas las funciones
para la vida del cuerpo. El Ego, o capacidad reactiva, es inherente a todos los
animales.
Abuela….,
¿Y el lobo bueno?
El
lobo bueno es consecuencia fundamentalmente de la herencia genética. En su
primera fase se manifiesta como la capacidad del sujeto para darse cuenta de lo
que acontece en su entorno y cómo puede manejarlo para su beneficio. Maneja
pensamientos. Puede aparecer a muy temprana edad. Inclusive, aunque no sepa
articular palabras, pudiera identificarlas y entender el lenguaje de quien le
habla. A medida que se desarrolla cae en cuenta de sí mismo y comienza a
hacerse preguntas y ensayar respuestas. Distingue el camino del bien y si no es
atropellado por el Ego, lo elige. A medida que se fortalece puede dominar al
Ego y usarlo a conveniencia. Cuando puede liberarse de su influencia piensa más
rápido y entiende con mayor claridad. Al elevarse por encima del Ego toma
absoluto control y dominio del ser y del manejo de la vida.
La
vida de un sujeto está determinada por lo que hay en el Ego, tal como está
determinada la vida de un león en su hábitat. Pero si la Conciencia se
desarrolla y logra descifrar cómo se relaciona la energía que él es con las
energías de su entorno, puede cambiar su historia, puede modificar la
trayectoria que lleva su vida. En esencia, eso es lo que ha sucedido con todas
esas personas que se hicieron notar al dejar el mundo mejor que como lo
encontraron.
Abuela
Eulalia, quiere decir que si yo desarrollo mi Conciencia y domino mi Ego,
¿alcanzaré grandes cosas en mi vida?, ¿lograré hacer lo que yo quiera?....
No
exactamente. Más bien quiere decir que si analizamos a alguna persona que
alcanzó grandes cosas en su vida, encontraremos que ha desarrollado su
Conciencia y ha dominado su Ego.
¿Y
no es lo mismo?
Emilio
voltea a mirar a su abuelo.
No,
dijo Eulalia. Detrás de cada forma de vida está el propósito de la Causa Divina
que se materializó en esa forma de vida. Es ella quién diseñó la forma de vida
que encarna y es ella misma recorriendo el camino que ella misma diseñó. Nada
sucede al azar, nada es ensayo a ver qué sucede, todo fue planificado. Pero
para la Conciencia, el camino siempre será nuevo. El chiste de la vida es
recorrer el camino con plenitud de Conciencia, disfrutando y aprendiendo,
colaborando a que se manifieste la vivencia que se preparó para nuestro
aprendizaje.
El
abuelo liberó la respiración contenida y comenzó a inhalar lenta y
profundamente. Estaba realmente sorprendido del conocimiento que había
desarrollado su mujer. El conocimiento nuevo estremece al Ego y suele provocar
mareos y algunas veces náuseas. Sentía que el piso estaba moviéndose y volteó a
ver a Emilio José. El niño, con la boca cerrada y la mirada puesta en Eulalia
estaba procesando todo lo que había escuchado.
Bravo
Eulalia, exclamó el abuelo aplaudiendo sincera y entusiastamente. ¡Nos hiciste
viajar contigo!
Sorpresivamente,
el nieto se levantó, y dirigiéndose hasta donde estaba la expositora de pié, la
abrazó efusivamente.
Ella
correspondió el abrazo sintiendo que estaba regresando de nuevo a su cuerpo.
Bueno,
bueno, dijo la esclarecida mujer, sacándose los zapatos para conectarse a
tierra. Ya es hora de que ustedes vayan a disfrutar un poco de cosas mundanas,
y yo quiero tomar una ducha.
Después
de besar a su mujer, el abuelo hizo una seña a su cómplice nieto, y se
aprestaron a buscar el papagayo para dirigirse sabana adentro.
Seu
San
Diego, lunes 30 de septiembre de 2024.
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