Dinámica del
Ego
La brisa
estaba intensa y los roncadores del papagayo comenzaron a rugir apenas lo
liberaron de la busaca. Inmediatamente tensó la cuerda, y pidió que lo soltaran
para mostrar de qué estaba hecho. En pocos segundos navegaba alto, ondulando la
cola y subiendo recto al darle más cuerda. La reparación lo había mejorado
significativamente.
Qué belleza,
dijo el abuelo, mientras el nieto, afanoso, movía la cuerda para hacer cabecear
al cometa. ¡Es espectacular abuelo!
Después de
navegar un rato y aprender algunos trucos del abuelo, Emilio procedió a
efectuar los amarres mientras el viejo sujetaba la cuerda.
Minutos
después, cómodamente sentados a la sombra del Sangregado, se extasiaron en
contemplar la tarde.
¡Aquí no
vendrá perico ni nadie!, exclamó el pelirrojo, y se echaron a reír.
Durante
largo rato conversaron sobre la vida del niño en la ciudad y sus actividades en
la escuela mientras disfrutaban de los leves movimientos del papalote. Después
de un momento de silencio, Emilito preguntó:
Abuelo…. ¿El
Ego nace con la persona?
Sí, contestó
el viejo, e hizo una pausa como
considerando. De hecho, viene el Ego de la
inteligencia original que vive en los gametos masculino y femenino. Esa unión
desencadena la transformación en una nueva inteligencia que es el Ego. Si no
llegaran a fusionarse, ambos gametos perecerían. Ahora unidos, comienzan la
gestión para confeccionar un sistema de vida más complejo.
¿Y después
que se juntan, cómo van las cosas?...
Bueno, la
inteligencia de la nueva célula comienza a dirigir las acciones para formar un
bebé. Se mueve hasta el útero para instalarse y asegurar el suministro de todo
lo que necesita para cumplir su tarea. Así va desarrollándose el nuevo ser.
Con alta regularidad, al completar el proceso,
el Ego de la madre y el Ego del bebé coinciden en que ya deben separarse.
Comienza el parto, y una nueva fase.
Tan pronto
se separa del vientre de su madre, el ego del recién nacido percibe el
importante cambio, y con el primer estímulo se apresta a iniciar respiración
para proveerse de oxígeno. Como es su primer ensayo, la primera exhalación no
es pausada sino más bien, violenta y sonora. Acaba de conocer el sabor del aire
en su primera inhalación y de alguna manera manifiesta su protesta por estar
algunos segundos sin recibir provisión de oxígeno. La inteligencia de sus
células comienza su primera prueba de supervivencia sin el recibo de nutrientes
a través del cordón umbilical. El Ego todo está en estado de alerta máxima.
Percibe un cambio en la temperatura y el confort, y que la sensación de nutrientes moviéndose a
través de su ombligo ya no está. Claro que existen justificadas razones para inquietarse.
La inauguración de su aparato respiratorio trae sensaciones placenteras y
relajantes, pero su sistema auditivo, que ahora se activó en estéreo y alta
fidelidad, identifica un sonido apremiante. El llanto de un recién nacido fue
diseñado para producir reacción en la inteligencia humana, y aunque la
enfermera a cargo se mueve diligentemente, el Ego acelera su alerta, pues todavía
no conoce su propio sonido, y no detendrá sus señales de alarma hasta tanto no
hayan sido atendidas sus demandas.
Después de
varias bocanadas, manotazos y puntapiés involuntarios, sintiendo que la
temperatura mejoró con la velocidad que tomó su sangre, el Ego, por los
momentos llamado bebé, comienza a ralentizar y a caer en cuenta, aunque muy
primitivamente, que el llanto se oye justo cuando el exhala. Momentos después,
un olor excitante lo acelera como en sus tiempos de espermatozoide
encontrándose con el óvulo, y tropieza con el pezón, que le ofrece el mejor
momento de su existencia hasta ahora. Reconoce en el exquisito sabor de la
leche, que es un privilegiado, y embriagado de placer y de amor, se entrega a
la dulce tarea de saciarse de vida, rico sabor, al tiempo que un ronroneo que
le es familiar, lo arrulla y le da confianza. Con su sistema digestivo
atiborrado de provisión, y exhausto de tanta agitación, le sobreviene la sensación de paz y seguridad.
Resuelta la crisis, sus células se abocan a supervisar y fortalecer los órganos,
mientras el sistema de seguridad hace pausa. En tanto no perciba estímulos que
disparen las alarmas, el mecanismo de supervivencia no se manifiesta.
El Ego, que
tiene la capacidad de aprender de lo que vive, identifica, sin profundos
análisis, que cada vez que llora es atendido, y conoce que esa es su manera de
procurar atención a sus requerimientos. Es un animalito, pero es inteligencia
en acción.
Desarrolla
habilidades para comunicarse y detecta que en su entorno habitan otros egos,
reconociendo en algunos de ellos recursos mayores que los propios y aprendiendo
de eso. Es una esponja en eso de aprender, y por ensayo y error va encontrando
su camino. En un comienzo su estrategia de sobrevivencia ha consistido
básicamente en reacciones defensivas, pero en rápido aprendizaje también sabe
adaptarse a conveniencia, todo de manera instintiva.
Con la práctica, desarrolla la capacidad de
analizar situaciones y manejar pensamientos. Con estas herramientas y la
observación de otros Egos, pronto será experto manipulador. Esa inteligencia
comenzará a hacerse preguntas y a buscar respuestas. En este momento ya es un
ser mixto, una parte que piensa y una parte meramente reactiva. Al darse cuenta
de esto, intentará controlar su conducta reactiva y querrá mirar hacia dentro
para conocerse. Comienza el ejercicio de la Conciencia.
Anota esto
Emilito: Conocerse a Sí mismo no es simplemente mirar cómo eres por fuera y
cómo eres por dentro, detallar tus órganos. No. Conocerse a Sí mismo es tener
presente que vienes del Ego, que él forma parte de ti y necesita educación. Este
conocimiento es vital. Es como hacerse responsable de las acciones de tus hijos
adolescentes y corregirlos con amor. Con el Ego evolucionado tendrás mejor
control de tu persona y mayores posibilidades de alcanzar a cumplir el
propósito para el que fuiste creado.
En silencio,
el niño miraba con admiración a su maestro natural. Adivinaba que en su actual
escuela nunca iban a enseñarle esas cosas. A lo lejos, meciéndose pausadamente,
el papalote los arrullaba con sus rugidos de viento. La mano del abuelo,
ofreciéndole un pedacito de papelón casero, lo trajo de vuelta a la sabana.
Emilio sonrió con los ojos cerrados mientras el manjar se disolvía en su boca.
Humm, qué rico es tener abuela, dijo.
El abuelo
saboreó una lajita de panela y continuó:
La
Conciencia tiene la capacidad para mirarse a sí mismo tal cual cómo está
manifestándose. Siendo que es una función y no una forma física, es menos
susceptible de ser afectada por los estímulos del entorno. Así, puede ser objetiva
y aceptar lo que ve, tratando de sacar provecho de lo que hay y vivir con eso.
Más adelante,
alcanza a saber que su cuerpo por dentro y por fuera, con todos sus detalles
particulares, sus virtudes y sus carencias, su buena salud y apariencia, es siempre
consecuencia de lo que es el Ego. Concluye que si no sana primero el Ego, no
puede sanar el cuerpo. Sabe, que toda pretensión de cambio en su presencia
física, tiene que pasar primero por sanar en el Ego la causa de la manifestación.
Ya es Conciencia plena, y pretende tomar las riendas en su totalidad.
El primer
paso es plantarse frente al Ego, reconocer que existe, que es la causa de la
forma física, que gracias a él y su esfuerzo disfrutamos de una sede donde
habitar, es decir, de un cuerpo físico. En consecuencia, lo menos que podemos
hacer es agradecerle, abrazarlo y expresarle cuánto lo amamos. El Ego está
deseoso de sanar, deseoso de sentir felicidad, pero no sabe cómo lograrlo. Por
eso desarrolló la Conciencia.
El orador
miraba a lo lejos, como si leyera de un pizarrón en las nubes. Mientras
hablaba, rítmicamente movía la mano que sostenía el papelón como si en ella
portara esa varita que usan los directores de orquesta. Emilito seguía el
vaivén con su vista puesta en el papelón. Percatándose de esto, el abuelo
sonrió, partió el dulce para darle el pedazo mayor a su nieto, y siguió:
No importa
el color de nuestros ojos, no importa el color de nuestra piel, humm, qué rico,
no importa el estilo de nuestro cabello, no importa la forma de nuestro cuerpo.
Él es nuestro Ego querido, es nuestro hogar, lo valoramos y lo cuidamos con
esmero. Esta dosis de amor hace milagros en nuestra forma física. Estamos
armonizando las vibraciones que vienen del Ego con nuestra Conciencia.
Volteó a ver
a Emilito, que tenía la vista más allá del papagayo, y saboreaba el papelón. Te
escucho abuelo, dijo el nieto. Eso parecía aprendido de su compañera, que solía
decirle lo mismo desde la cocina cuando él callaba para esperar que ella
volviera. Sonrió y, moviendo la cabeza, retomó el tema:
En la
reacción de nuestro Ego alcanzamos a identificar el temor a ser abandonado,
temor a no ser amado, temor a ser rechazado, temor a soledad, temor a pobreza,
temor a dolor, todo, producto de sus vivencias. Esto también puede manifestarse como dolencias
o enfermedades, como incapacidades para mantener un empleo, una relación, y
como tantas otras adversidades. Reflexionando sobre cada detalle y aportando
verdades sólidas podemos deshacer los falsos fundamentos que sostienen ese
temor y desvanecerlo. Cuando el Ego es liberado de temores, sus energías fluyen
armoniosamente, haciéndose cada vez más sano. La Conciencia toma el mando.
El Ego
también suele manifestar virtudes, tales como sensibilidad al sufrimiento de
seres vivos, empatía, disponibilidad para servir al prójimo, y un largo
etcétera.
El abuelo
hizo una pausa y ambos se concentraron por un momento en el dulce sabor que aún
permanecía en sus bocas.
Un rato
después…
Abuelo….,
ahora que he aprendido sobre estas cosas… ¿Qué sucederá conmigo?
Descuida
hijo. Inicialmente, por fuera te verás igual. Por dentro, será como pasar de
andar a pié a manejar una excelente bicicleta nueva. Con la práctica, sanarás
tu Ego y conocerás mejor la vida.
¿Y tú,
abuelo?, ¿Ya sanaste tu Ego?...
El hombre
sonrió. Miró cariñosamente al pecoso nieto y acarició sus cabellos. Mi Ego,
Emilio, dijo. Mi Ego ahora es mi hermano, a él le debo haberme traído hasta
aquí, me ha hecho pasar cada vaina que ni te cuento, pero me ha enseñado y cuidado
en la vida, me ha mostrado lo que es una torpeza, y en él he visto la presencia
de Dios. Ahora yo cuido de él y le enseño cosas. Somos un equipo.
Hacia el
oeste, el Sol parecía a punto de tocar la sabana y sus rayos hacían más
encendidos los cabellos rojo-anaranjados de Emilio José.
Hora de
recoger las velas, dijo con picardía el aprovechado alumno, y nieto y abuelo
iniciaron la tarea de traer de vuelta el papagayo.
En el
cobertizo de la acogedora vivienda de campo, Lali, con las manos en el regazo y
la vista en el portón trasero, percibió la dulce risa de su nuevo nieto y
divisó las figuras de dos seres felices. Contagiada de alegría esbozó una
sonrisa mientras murmuraba: déjame ver con qué sorprendo a mis amores. Mientras
se erguía miró de nuevo las siluetas que se acercaban, y cayó en cuenta que su
sueño se había hecho realidad.
Seu
San Diego,
sábado 5 de octubre de 2024.
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