Cierto
es que he tenido la dicha de vivir las etapas básicas de la vida, también es
verdad que recibí el privilegio de mirar la vida desde mis adentros y hacerme
una idea de cómo es que funciona el Universo, más aún ignoro las respuestas
terminantes a tantas preguntas, y ahora, ya con el cabello blanco, en vez de
estar reposando en la paz, siento necesidad de vivir en compañía del ser que
tanto amo, siento avidez de dormir abrazando al amor de mi vida, reclamo vivir
en entrega total a ese amor definitivo y leal que todo ser desea, anhelo
olfatear el aroma de su piel y decirle cuánto amor palpita en mi sangre. Ahora,
con el reposo de alma que viene con la madurez, quiero mirarme en sus ojos y
decirle cuánto me importa su vida, sus besos y su voz. ¿Acaso debo renunciar a
la esperanza de recibir ese amor completo y sin convencionalismos que se da
entre personas adultas?, ¿Realmente tengo derecho a pretender que alguien se
atreva a compartir su amor y su destino conmigo?, ¿Y si se atreviera a
disfrutar conmigo los placeres del amor, de qué viviríamos?
El
sentimiento que he dejado crecer como consecuencia natural de haberme fijado en
sus virtudes y calidad humana, satisface mi corazón y da sentido a mi vida,
disfruto dulcemente entregarle algún detalle o gesto que lleva implícito el
mensaje del grandísimo amor e incondicional deseo que siento; sin embargo en
ocasiones, como algo cíclico, me invade el desaliento que surge del amor no atendido
y pienso en la conveniencia de mantenerme distante con el fin de que este amor
se apague, pero con solo atender su voz o contestar alguna pregunta, respirar
su mismo aire o admirar su peculiar atractivo, me cautiva y enamora con más
fuerza que antes. Qué hermoso es conocer el amor definitivo que nos acompañe
para siempre. Me doy cuenta de que no podré escapar tan fácilmente de esta vivencia
que la vida me ha traído, aun cuando conozco algunas estrategias eficientes
para desvanecer el enamoramiento.
Cuando
decidí diseñar mi plan para liberarme de ese sentimiento tan bello y tan
cargado de lejanía, llegaron a mi mente algunas preguntas y respuestas:
¿En
verdad podemos desacatar lo que la vida nos ha preparado para aprendizaje o
deleite? No. Definitivamente no. Es ineludible.
¿Existe
alguna garantía de que alguno de nosotros o ambos viviremos 30 años más, o 10
años más, o 10 minutos más? No. Definitivamente no. Ese punto ya está pautado.
¿Está
en nuestro poder determinar y garantizar la calidad de vida que tendremos
juntos o por separado? No. Definitivamente no. La vida provee de acuerdo a su
plan.
¿Puede
alguien decir “De esta agua no beberé” y contrariar lo que la vida haya
decidido hacer nacer en su pecho en algún momento? No. Definitivamente no. La
Vida decide Qué y Cuándo.
Si
La Providencia tiene plan de juntarnos, nos juntaremos.Y si no, no. Lo que nos
corresponde vivir lo viviremos y lo que no, no.
Entonces
mi querido yo, agradezcamos a la vida por todo lo que ha traído a nuestra
experiencia desde que existimos, disfrutemos cada minuto que nos regala, y jamás
despreciemos la oportunidad de vivir y de amar que pone a nuestro alcance ahora.
En verdad, ha sido muy cuesta arriba aceptar que lo que he vivido hasta ahora y la expectativa de lo que me falta por vivir, no se parecen en nada al ideal de vida que esperaba desde mis primeros años. En esta etapa he alcanzado a entender y reconocer a regañadientes que, cuando menos en mi caso particular, no estoy aquí para satisfacer mi expectativa de vida ideal, ni tampoco para complacer mis caprichos, sino que mi presencia es una minúscula aunque importante parte de una maquinaria mayor, una pieza creada para cumplir un propósito definido, para transitar un camino de vivencias no sujetas a cambios. Testigo soy de las que me tocan, y la mejor manera de cumplir mi tarea es aceptarlas y enfocarme en disfrutar cada vivencia que me ofrece la vida, siempre tratando de descubrirles el lado bueno.
Claro, esto implica dar gracias por la vida y por lo vivido, por la oportunidad de aprender, y aprestarme a destapar cada día para disfrutar lo que trae, sea lo que sea, y no vivir anhelando lo que no ha llegado y quizá nunca llegue. Suele suceder que estamos rodeados de tesoros, de seres maravillosos que nos ofrecen amor y una vida plena, pero despreciamos y no valoramos todo eso porque igual que "El Principito", tenemos puesta nuestra mirada en un ideal que no está en nuestro camino. Bueno, también esa conducta es parte de nuestro aprendizaje.
Seu
San
Diego, martes 25 de febrero de 2025.
Este texto es una profunda reflexión sobre el amor, la vida y la aceptación de lo que somos y lo que nos rodea. La manera en que se entrelazan los sentimientos de deseo, incertidumbre y gratitud es conmovedora. La lucha interna entre el anhelo de un amor pleno y la realidad de la vida es un tema universal que resuena en muchos de nosotros.
ResponderEliminarLa aceptación de que no podemos controlar el futuro ni la calidad de nuestras experiencias es un paso crucial hacia la paz interior. A menudo, nos perdemos en ideales que no reflejan la realidad de nuestras vidas, olvidando que cada momento tiene su propio valor y belleza. La metáfora de ser una pequeña pieza en una maquinaria mayor es poderosa; nos invita a entender que nuestras vidas tienen un propósito, aunque a veces no lo veamos claramente.
La forma en que se destaca la importancia de agradecer cada experiencia, por más pequeña que sea, es un recordatorio valioso. En un mundo que a menudo se siente caótico, encontrar alegría y significado en lo cotidiano puede ser transformador.
Tu mensaje invita a la reflexión y a valorar tanto el amor que sentimos como las lecciones que la vida nos ofrece en cada etapa. Al final, el amor y la vida son un viaje conjunto, lleno de sorpresas y aprendizajes, y es en esa aceptación donde encontramos la verdadera felicidad.
YA🫶🙏🏻