La Verdad
siempre estuvo delante de mis ojos
La
Verdad siempre estuvo delante de mis ojos, pero para aceptarla tuve que
deslastrarme, día tras día, de una grandísima cantidad de mentiras (casi todo
lo que creía) que no me dejaban ver. Ahora espero poder cultivarla
completamente en todos los momentos para recoger los frutos de tantas y tantas
reflexiones. Cada mentira desenmascarada se tradujo en algo que mejoraba en mi
vida. Y así fui mejorando, superando mis dudas y angustias. Cuando me di cuenta,
ya estaba manejando La Verdad en los aspectos más importantes de mi día a día.
Es cierto que me ha llevado una vida llegar a ella, pero solamente el hecho de
poder presentársela a ustedes, justifica cualquier esfuerzo.
Ya no más fórmulas mágicas, ya no más ensayar estrategias de otros, ya no más
esperar un mesías, ya no más esperar y orar para que aparezca el bueno, el que
sí sabe, el que viene a componer esto, ya no más cifrar esperanzas en el
presidente, gobernador o alcalde honesto, ya no más esperar a esa persona que
sí me quiere y que me apoyará y ayudará para resolver aquello, ya no más
anhelar el amigo o familiar que sí tendrá deseos de ayudarme.
Nadie,
absolutamente nadie puede ayudarme a transitar mi camino. No hay ningún futuro
que construir porque el futuro ya fue construido y simplemente está esperando
que yo vaya a vivirlo. Nadie puede, aunque quiera intensamente, vivir mi vida
por mí, ni lo bueno ni lo malo. Nadie por su propia decisión o iniciativa puede
suplirme de alguna cosa. Nadie puede entorpecer mi aprendizaje. Quien se
atraviesa en mi camino fue elegido para eso. Aquél que no se equivoca no dejó
detalle pendiente. Todo lo que vine a vivir, con todo lo que voy a necesitar,
ya fue creado. Las personas a través de quienes voy a recibir algo, los
lugares, circunstancias, condiciones, elementos, todo fue diseñado y escogido
para mi aprendizaje. Hasta aquél que va a contrariarme ya fue escogido. También
aquél que me hará reír o llorar. Y todos aparecerán en el momento
preciso sintiendo la imperiosa necesidad o irresistible impulso de participar
en mi vida para una cosa u otra. Y quizás sientan satisfacción o remordimiento
por entorpecer mi curso o por apoyar mi existencia. Pero realmente,
simplemente, son instrumentos que El Creador diseñó para influir en mi vida. Es
Él mismo quien vive a través de cada uno de nosotros. Y nosotros vivimos en Él.
Claro que no
es ese viejito que me pintaron cuando yo era un niño. Definitivamente no es una
persona. En todo caso es un sistema, una inteligencia perfecta cuya forma no
alcanzo a vislumbrar, pero sí a comprender, pues dentro de su inmensa
complejidad, por su misma perfección, es de una simplicidad extrema. Los
Principios a los que Él da lugar son absolutamente claros, definidos y
definitivos. Él es El Bien, es La Luz, es La vida, es El Amor, es La Energía,
es Único, es Perfecto, es el que Existe y Hace, es El Todo. Cualquier cosa que
podamos imaginar contrario a Él, sencillamente no existe.
Sin embargo,
nosotros, producto de nuestra ignorancia, derrochamos energía creadora
concibiendo condiciones, circunstancias, elementos, seres, dioses, lugares y
demás indeseables cuyos propósitos y comportamientos son contrarios a la
esencia de la fuente que dió origen al Universo. Y desafiando con extrema
locura los Principios que rigen todo lo creado, le reconocemos existencia a una
monstruosidad que no tiene padre ni madre. Es cierto que estas inverosímiles
creaciones las heredamos de nuestros muy remotos antepasados, y las aceptamos
como ciertas cuando nuestras mentes estaban tan tiernas que no podíamos
discernir sobre su veracidad, pero aunque ninguna de esas fantasías resisten un
análisis medianamente serio, aún seguimos fundamentando nuestras vidas en esas
mentiras. Pero hasta nuestras fantasías cumplen un propósito. Son efectos
colaterales de la existencia del ser humano, consecuencias de nuestra capacidad
de pensar y discernir. En La Creación nada sobra y nada falta. Todo está
conectado cumpliendo una función. Este mundo de mentira sirve para que podamos
apreciar la inmensa grandeza de El Creador y su obra. Así como la percepción
del hambre nos lleva a valorar el alimento, el frío nos permite valorar el
calor, la obscuridad la luz.
Existe el bien, el calor y la luz. Sus opuestos no son reales. Son
simplemente el efecto que percibimos cuando los primeros están ausentes.
En tus manos dejo este milenario conocimiento.
Seu.
San
Diego, 17 de Mayo de 2016.
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