El latido de Dios
En su actividad cíclica la energía total se contrae sobre sí misma
de tal manera que desaparece, dando lugar al vacío absoluto temporal y
terminando una fase.
Por diferencia entre la presión negativa del vacío absoluto y la altísima presión
de la energía total ultra contraída se desencadena la fase inversa en la cual
la energía total se expande ocupando todos los espacios.
Las partículas simples, atendiendo los dictados de su inteligencia gobernante,
se asocian con otras originando los elementos que en una danza de amor se
abrazan en infinitas combinaciones dando lugar a la materia y a las distintas
manifestaciones de vida.
El Universo.
Cabe suponer que las tales partículas simples o primarias son
consecuencia del matrimonio entre diferentes corrientes de energías que, a su
vez, derivan de la propiedad de la Energía Original de mutar en diferentes
densidades y frecuencias de onda.
La complejidad de este evento es de tal magnitud y duración que no
veo utilidad en medirlo. Me contento con comprender que una vez que termina,
inmediatamente vuelve a comenzar.
Todas las especies, en un proceso de ensayo y error, tratan de entenderse con
la vida y sobrevivir. Evolucionan, al mismo tiempo que aportan un equilibrio en
el complejo sistema.
La especie humana no es la excepción. Apoyándose en su facultad de pensar
evoluciona buscando un nivel más alto de su calidad de vida mientras se
pregunta qué ley determina el orden de los acontecimientos que lo agobian o lo
regocijan.
La respuesta es sencilla.
Toda materia está hecha de energía pura y por esto vibra en la misma frecuencia
de onda de la energía total.
La frecuencia de onda de la energía total es la misma frecuencia de onda que
llamamos Amor.
Cuando vibramos en el Amor estamos en armonía con la frecuencia de onda de la
energía total. En esa coincidencia la energía total fluye hacia nosotros con
mayor intensidad capacitándonos con la clave que activa a las partículas de
energía a asociarse para materializar nuestras decisiones.
Siendo que somos algo así como una sofisticada antena capaz de emitir y recibir
al mismo tiempo múltiples frecuencias de ondas, y solemos dar salida al mismo
tiempo a frecuencias contrarias que se anulan entre ellas en el mejor de los
casos, nuestros resultados son indefectiblemente pobres.
Quien no sabe lo que está sucediendo asume que la causa de sus males es
responsabilidad de otras personas o de la mala suerte. Inclusive se
acepta que el mundo es injusto e imperfecto y que acá venimos a sufrir.
Conclusión absolutamente errada.
Si el sentimiento con el que alimentamos nuestros pensamientos es contrario al
amor - llámese convicción de pobreza, odio, rencor, ira, desesperanza,
violencia, tristeza, convicción de vulnerabilidad, baja auto estima, envidia, y
otros - energía negativa fluye hacia nosotros y con ella activamos una amplia
variedad de monstruos que nos hacen la vida de cuadritos.
Cuando descontaminamos nuestros pensamientos y decisiones de todo sentimiento
negativo, emitimos un coro de frecuencias positivas que nos traen bendiciones,
y los monstruos, al no ser alimentados se desvanecen, mueren de inanición.
Mientras nos educamos para emitir solamente frecuencias del Amor, es una sana y
reconfortante práctica tomar algunos minutos en el transcurso del día para
sentarnos cómodamente en silencio y sin interrupción, manteniendo nuestra mente
quieta, respirando honda y pausadamente mientras dejamos fluir nuestro amor
hacia todo y todos los que nos rodean.
Como un tratamiento de tres sesiones al día.
La intención de estas sesiones es mostrarnos cómo debe ser nuestro
pálpito durante las 24 horas de cada día.
No es casualidad que el primer mandamiento sea Amar a Dios.
Seu.
San Diego, 23 de Mayo de 2020.
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