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Cual nave que surca el espacio, me desplazaba en solitario. De pronto, detrás de mí, divisé un punto luminoso que se acercaba. Poco después, estaba justo a mi derecha y me llamó por mi nombre.

Era Rose.

 Voy contigo a conocer a Alberto, me dijo.

Asentí con una sonrisa y continuamos desplazándonos en paralelo.

Quién es Alberto, preguntó.

Ya lo conocerás, respondí sin dejar de sonreír. Rose hizo un movimiento de vaivén con su cabeza y también sonrió.

Instantes después señalé un punto que cambiaba de colores frente a nosotros.

¿Qué es? Indagó.

El Universo, hacia allá vamos.

 

A medida que avanzábamos, el punto se iba haciendo más grande y se apreciaban en él, áreas de suaves colores. Momentos después, su inmensidad no nos permitía ver nada más. Nos percatamos que estábamos frente a la entrada del Universo, y en él nos sumergimos.

 

Entonces no es infinito, comentó Rose, mirándome.

Claro que no, dije. Infinito significa que su magnitud es de tal dimensión que mejor no nos pongamos a medirlo.

Mi compañera de viaje sonrió y encogió los hombros en un gesto de aprobación a mis palabras.

Enseguida notamos la existencia de varias formas que se desplazaban armónicamente, emitiendo destellos de colores que sugerían alta actividad en su interior. Semejaban bailarinas ejecutando una danza.

No te lo pierdas Rose, exclamé, ¡Son las Galaxias!

Mi amiga abrió la boca extasiada mientras giraba lentamente la cabeza para digerir toda la belleza frente a nosotros.

Transitamos inmensos espacios entre las Galaxias, maravillados de la armonía entre todas ellas. Momentos después, diagonal a nuestra izquierda distinguimos a la que andábamos buscando. Parecía invitarnos con los brazos abiertos. Nuevamente percibimos un espectáculo precioso al acercarnos. Ante nuestra visión un fenómeno miles de veces más impresionante que los fuegos artificiales de fin de año, la Vía Láctea.

Navegamos y navegamos en su interior hasta percibir una estrella roja que fue cambiando de color, de rojo  a anaranjado y luego a blanco brillante cuando distinguimos los planetas a su alrededor. Tomamos la órbita de la estrella Sol, y al superarlo, del otro lado nos atrajo una esfera de un  azul claro bellísimo. Inmediatamente y de manera natural nuestras vibraciones descendieron a frecuencias menores gradualmente. Descendimos a una altura de 20 metros sobre el nivel del mar y nos desplazamos siguiendo la orilla de una playa caribeña. Caía la tarde, y vimos la figura de un sujeto alto y descalzo, caminando despacio por la arena húmeda aún tibia.

Adivino que ese es Alberto, dijo Rose.

Bingo, contesté.

¿Y ahora?.....

Entreguemos el mensaje, amiga, y aprendamos.

 

Sin esperar invitación entramos en su Central Sensorial, su cuerpo, y fuimos recibidos por diferentes rumores de cascadas y corrientes de fluidos, un murmullo de intensa actividad que apenas se ralentiza durante el sueño.

Rose se acercó más a mí, impresionada por el ritmo de tambores y el zumbido de algo que va y viene. Antes que interrogara le respondí: Son los latidos del corazón y el rumor del aire que entra y sale de los pulmones.

De todas maneras preguntó:

 ¿Y cuál es el mensaje?

Alberto es como tú y como yo, pero él aún no sabe que es una conciencia.

¡Oh! Tampoco yo sabía que soy una conciencia.

Por eso estás aquí, amiga.

Sus hermosos ojos se abrieron casi al doble de su tamaño, como diciendo: Ahora voy entendiendo…., mientras una leve sonrisa se le dibujaba.

Eh…… ¿Tú sí sabías?

Sonreí.

Soy portador del mensaje, pero al entregarlo voy a entenderlo mejor.

 

 

Alberto no se mostró sorprendido de vernos, más bien tuve la sensación de que nos esperaba. Su actitud era serena, parecía decir: Ajá, ¿Qué traes?

Recordé entonces que no estábamos conectados al plano físico, y que nuestra interacción era más parecida a mostrarle una película. Además Rose y yo también queríamos recibir el aprendizaje.

No sabía por dónde empezar, cuando Alberto dijo:

 ¿Cómo funciona todo esto?

Pues….., en cada vida participan tres componentes.

El Mundo, o entorno físico, dónde se desarrolla la experiencia de vida del sujeto. Los hechos y circunstancias que se manifiestan en este Mundo particular pueden hacer muy agradable la vida de una persona o pueden atentar contra ella. Cuando analizamos los sucesos que se manifiestan en este entorno, encontramos que todos presentan una causa lógica que los ocasiona.

Luego tenemos el cuerpo del sujeto. Este componente funciona como una Central Sensorial a través de la cual el individuo percibe, conoce, disfruta o sufre las distintas manifestaciones de la vida. Comienza cuando el gameto femenino y el gameto masculino se unen dando origen a una célula. Desde ese instante es capaz de percibir y almacenar información sensorial que suma a la experiencia que vivió mientras era espermatozoide y óvulo. En su desarrollo va preparando las condiciones para alojar a la Conciencia y va tejiendo su concepto de la Vida. Desde su inicio cuenta con un piloto automático que dirige su evolución a través de cada fase y hace llegar la fuerza vital a cada partícula. Su carga de vitalidad no es ilimitada y cuando mermen sus recursos, aquella área que no reciba la suficiente fuerza vital se deteriorará, a menos que la Conciencia tome el mando. Al agotarse el suministro cesará toda función y el cuerpo colapsará, dando inicio a la desintegración.

La Conciencia. Es el Monarca que determina el estado del Cuerpo Sensorial y la actitud del Mundo hacia el sujeto, aunque no esté enterado de que le corresponde esa potestad. Toda afirmación que La Conciencia acepte como Verdad será acatada inmediatamente y sin protesta ni retraso por el Cuerpo Sensorial y por el Mundo que habita. Si la afirmación aceptada contradice a otra verdad ya instalada, comenzará un proceso de desintegración de la verdad vieja y en su lugar se irá instalando la verdad nueva con sus consecuencias.

Si antes me creía sano y ahora me considero vulnerable, los cambios de salud comenzarán a manifestarse hasta que otra verdad detenga el proceso.

Este es el día a día del aprendiz de ser humano.

Las calificaciones que hace la Conciencia sobre el ser humano, sobre su cuerpo, sobre La Vida, sobre la bondad o maldad del Mundo, etcétera, inmediatamente son acatadas, manifestando sus consecuencias en el tiempo que tardan en desarrollarse.

Por esta razón es que nos recomendaron que nos amáramos a nosotros mismos y no descalifiquemos nunca a nuestro Yo.

 Que amáramos a nuestro prójimo. Nadie se expresa mal del ser amado.

Que amáramos la obra de El Creador  y también a El Creador.

Esa sensación tan agradable que disfrutamos cuando amamos al prójimo y a nosotros mismos, cuando amamos el Universo todo, cuando amamos sin reservas a El Creador, se debe a una frecuencia vibratoria que afecta todo lo que toca y es acatada inmediatamente, comenzando una transformación que será completada si mantenemos la emisión de la onda de amor.

Fin del mensaje.

 

 

Nos quedamos todos en silencio, sin movernos, como haciendo digestión de lo que acabábamos de recibir.

Una especie de suave aura azul comenzó a notarse alrededor de Alberto.

Gracias, dijo, espero volver a encontrarnos.

Mientras la presencia de Alberto se desvanecía, Rose y yo comenzamos a elevarnos para emprender el regreso.

¿Lo veremos de nuevo?, preguntó Rose.

Sí, ya está en nuestras vidas, respondí a mi amiga, mientras notaba que su cabello brillaba como cuando es salpicado de escarcha.

Me sonrió mientras su manita me decía adiós, y comenzó a desvanecerse.

Un agradable aroma a café recién colado llegó a mi nariz  y comencé a despertar.

 

Seu

San Diego, miércoles 8 de octubre de 2025.

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