El Cuento de
San Nicolás
Cuando yo nací, ya habían inventado la Navidad.
Y crecí con esa ilusión que me contaron. Me dijeron que
existía un ser mágico y bondadoso llamado San Nicolás que se complacía en
llevar regalos a todos los niños en la noche del 24 de Diciembre.
Siendo que la idea era tan bonita y agradable, no podía mi
mente inocente menos que aceptarla y cultivarla.
Además, veía las imágenes de San Nicolás por todas partes, y
por si fuera poco, en las mañanas del 25 de Diciembre encontraba regalos junto
a mi cama.
Supe que podía escribirle cartas que dejaba en mis zapatos y
él las recogía cuando me dejaba los juguetes. Eso sí, él sabía todo lo que yo
hacía, y si me portaba mal no me regalaría nada.
Luego me enteré que había otros personajes parecidos, el Niño
Jesús, y Los Tres Reyes Magos. Pero solo podía pedirle a uno de ellos, pues entre
ellos se comunicaban y lo sabían todo.
Durante mi infancia tuve varias peleas defendiendo esa
mentira tan bonita. Hasta que un día, mi hermano Pedro, que iba varios pasos
delante de mí, me demostró el engaño.
Y sé dónde esconden los regalos que nos van a dar el 24, me
dijo. Y me llevó a un rincón detrás del escaparate donde reposaban dos bates,
dos guantes, y dos pelotas de beisbol.
El desengaño fue doloroso.
Podemos jugar con ellos en secreto y después los ponemos en
su sitio, fue la propuesta. La decepción, el vacío, la pena, el desengaño
dolieron, pero sanaron a punta de batazos clandestinos.
Los desengaños duelen, por eso evitamos y posponemos la
confrontación con la verdad. Pero es en esa vivencia como nos fortalecemos y
crecemos.
El mundo físico obedece a la ley de Causa y Efecto. No hay
cielo, no hay infierno, no hay ángeles ni demonios, ni premio ni castigo, ni
dios ni virgen, ni santos ni crucificados divinos. Con esos cuentos nos han
manipulado y nos cortaron las alas. Nos convencieron de que somos seres
inferiores, y nos convirtieron en pedigüeños dependientes.
Pero así como superamos la mentira de San Nicolás, también
superaremos éstas.
Una vez que comprendes que no existen los fantasmas, las
ánimas, la llorona, Drácula, dejas de temerles.
Nadie está contra nosotros ni estamos condenados. Somos
víctimas de las mentiras que hemos creído. Curiosamente, el mundo responde a mi
entusiasmo. Si mi análisis me da razones para pensar que algo es posible, pues
se hará realidad.
El Universo conspira para materializar lo que yo creo que SÍ
es posible. Pero no puedo engañarlo. De alguna manera sabe lo que creo y lo que
no creo.
No es tan difícil saber si alguna cosa puede ser posible o
no. Eso lo resolvemos bastante rápido. Lo que se nos hace difícil es creer que nosotros podemos ser favorecidos con abundancia de cosas buenas, con buena
salud, con un amor bonito, con buenas compañías, con un trabajo agradable, con
felicidad para nuestros seres queridos, con la casa y el carro que merecemos, y
etcétera.
Esa incredulidad viene de nuestra creencia de que para tener
o disfrutar algún bien tenemos que labrárnoslo, tenemos que ganarlo con sangre
y sudor, con esfuerzo, venciendo dificultades. Bueno, eso fue lo que nos
dijeron. Pero nos hacen ver todo muy difícil de alcanzar.
A quién se le ocurre que a la causa creadora del Universo,
cuya razón de existir es crear la vida, la vida que Él mismo va a vivir,
manifestado en hombre o mujer, en niño o niña, en anciano o anciana, carajo, va
a poner las vainas tan difíciles. Claro que eso es absurdo, más aun viniendo de
quien disfruta creando el bien, creando la alegría, el disfrute. Pero en la
evolución del ser humano, algún personaje que se sintió incapaz de alcanzar sus
metas por el camino correcto, recurrió a la mentira, a la manipulación. Y nos
engañaron.
¿Qué cómo se permitió que sucediera eso?
El Universo es el catálogo donde están todas las variedades
de todas las formas para que podamos aprender y diferenciar unas de otras. Cada
aprendizaje es necesario y nos ayuda a crecer. Si naciéramos en el mundo
perfecto de una vez, no sabríamos el valor de cada cosa. Además, es la oportunidad
de ejercer, de crear. La Causa se viste de ser humano para lograr Pensar y
Concebir ese mundo bonito.
Las religiones ilusionan a sus creyentes con una vida eterna
y maravillosa si se someten a sus doctrinas, pero después que mueran. Se han
burlado de nuestra inteligencia y nuestra inocencia.
Ahorita confórmate calladito, sin protestar, llevando palo y
obedeciendo, que después serás recompensado. Sí, Luis.
La vida es efímera. Más, si se nos va la mitad tratando de
entender qué es la vida.
Así que no perdamos tiempo. Hagamos nuestro mundo bonito
desde ahora.
Desde que comenzamos a intentarlo, la vida se nos va
haciendo más llevadera y agradable. La vida es más manejable cuando tienes un
objetivo claro, una razón para vivir.
Ya yo empecé.
Seu
San Diego, sábado 22 de noviembre de 2025
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